De nada sirve hablar y hablar sin que las ideas lleguen a ningún sitio, sentir que las palabras se las lleva el aire, que no echaran raíces, que nada crecerá de ellas. La frase «No me escucha» la conocen las esposas, los padres, los trabajadores, los clientes, los estudiantes…  realmente está muy extendida. Todos ellos tienen la sensación de no existir, de no ser tenidos en cuenta y esto es muy deprimente, es descorazonador. Deja a la persona ofendida, causa que desaparezca la empatía hacia la otra persona.

Esto tu lo sabes, otros lo saben y ellos lo saben por eso Goethe tenía razón cuando dejó por escrito aquellas fabulosas palabras:

«Hablar es necesario, pero escuchar es un arte».

Es una gran realidad, escuchar es un arte. Sobre el que escucha recae la más sensible e importante de las tareas: hacer sentir al otro que es escuchado y comprendido. Es tan importante su función que las redes sociales, la psicología, el coaching y los buenos amigos no tendrían el éxito que tienen hoy y tendrán mañana.

Un buen escuchante tiene que tener toda su atención en el que habla, entender lo que le dice, comprenderlo, hacerle saber al otro que le está escuchando, que comprende lo que le dice, que se pone en sus zapatos y que puede confiar en él cultivando la empatía entre las dos personas. Como se puede apreciar el trabajo es grande y dominarlo es un arte como muy bien expresó Goethe.

Mury, un beso.